La vida de la mayoría de los mortales es bastante esquemática, todo se resume a una serie de lugares comunes. Te despiertas y desayunas como puedes. Entre tu esposa y tu se reparten las tareas del día: Ella lleva a la pequeña a la guardería y a ti te toca pagar las cuentas. Al mediodía, cuando el jefe se ha ido a almorzar – y estas enfrente de la misma computadora de todos los días – tu esposa te avisa que el auto sigue haciendo ese ruido raro cuando frena. A la tarde, cuando los dos vuelven a casa del trabajo (porque en este mundo los dos tienen que trabajar si quieren llegar holgados a fin de mes) le dan de comer a la bebe mientras discuten en que malgastar lo poco que sobra del sueldo. Tú quieres con toda desesperación ese libro sobre la vida de Marcelo Bielsa, pero “la jefa” corta pronto las alas de tus deseos: la niña necesita un par de zapatos para el cole. Te indignas, pataleas e intentas razonar pero al final, ella tiene las de ganar. Como siempre, lo urgente no deja lugar para lo “importante”.
A las tres de la mañana, mientras cambias ese pañal lleno de “bosta” infantil que te mancha las manos, miras a tu alrededor y meditas sobre tu vida. Fijas tu mirada en la pila de ropa sucia, pero tu mente no esta concentrada en los calcetines o en las remeras. Piensas en lo que podria haber sido y no fue. Te imaginas con la remera del América, en un estadio lleno a rabiar, anotando sobre la hora el gol del campeonato. Sueñas con los millones de dólares que el club europeo te va a ofrecer al final de la temporada. Te figuras veraneando en Saint Barth con tu novia modelo, junto a Fabregas y Messi. Esperas que los cabrones de la FIFA reconozcan tu talento y te den de una vez por todas ese Balón de Oro que tanto has deseado y que seguro ganará el “mariconazo” de CR7. En esos momentos todo es gloria, todo es victoria. Eres Pele, eres Maradona, eres un dios.
Pero lo que nadie te dice, lo que nadie te cuenta de esa vida es que se acaba pronto. Un mal partido o una quebradura traicionera, y eres historia. Ya no importan tus goles, tus pases precisos o tus atajadas fenomenales. Si no rindes, si bajas el nivel con respecto a la temporada anterior, pronto serás un sobrante, un desecho que ha venido al club a robar. Pero lo peor no es eso, lo peor sucede cuando te retiras. En ese momento dejas de existir.