Diciembre de 2018 puede ser una fecha histórica en WWE, pues el día 10 de ese mes tuvo lugar el Monday2 Night Raw con peor audiencia de todos sus 25 años de vida.
De repente las alarmas sonaron en Connecticut (donde están los cuarteles de la compañía), anunciando en el programa la aparición de Vince McMahon para “sacudir las cosas”. De inmediato las especulaciones se dispararon.
¿Qué iba decir el dueño de la empresa; anunciaría cambios en el formato del programa; presentaría nuevos talentos? El segmento prometido fue por lo menos interesante: Stephanie, Shane y Vince McMahon reconociendo que RAW no era un buen producto y Triple H prometiendo cambios.
¿Debemos creerle a WWE o veremos el mismo producto pasteurizado que han entregado en los últimos 15 años, carente de lucha libre? Un análisis concreto nos dará la respuesta.
¿Por qué no creerle a WWE?
Es increíble lo mañosos que son los escritores de WWE: son capaces de transformar a villanos en héroes en apenas cinco minutos, como si se pudiera borrar la historia en un santiamén.
El RAW del 17 de diciembre puso a Baron Corbin como el chivo expiatorio que se tragaría todos los abucheos de la gente por el mal manejo creativo de la compañía, dejando a los tres McMahon y Triple H como los redimidos. Basura total.
Un verdadero cambio habría sido poner las balas al pecho y no utilizar a Corbin como para rayos. Esto quita toda credibilidad al discurso dado por Stephanie quien reconoció no haber hecho un buen trabajo con el programa.
Otra poderosa razón para no creer en el cambio es que, tan pronto transmitieron las emisiones de navidad, anunciaron el regreso de John Cena en Raw y SmackDown!, lo que nos hace preguntarnos: ¿dónde quedó ese dichoso cambio?
John Cena es la representación más fiel de por qué WWE poco a poco se fue a la basura; no es un luchador, es un títere corporativo incapaz de pensar por sí mismo pero sumamente obediente, el envase ideal donde se pueden vaciar los ideales de una agenda siniestra.
Su regreso nos dice mucho de lo desesperado que están en la Gran Doble U por elevar sus niveles de audiencia. Incapaces, como desde hace más de una década, de generar combates, rivalidades e historias atractivas, están siendo víctimas de su propia incompetencia.
¿Por qué sí le podemos creer a WWE?
Esta pregunta se responde con un solo personaje: Triple H. La única esperanza que tiene WWE para sobrevivir la nueva guerra de audiencias que se avecina es que “El Asesino Cerebral” tome las riendas de toda la compañía cuanto antes.
Vince McMahon podrá ser un “genio inigualable”, como lo consideran muchos; pero la verdad es que es uno de tantos tiburones que abundan en el panorama empresarial mundial; su único mérito es hacer daño sin recibir el mismo. Su visión de la lucha libre hoy en día está anquilosada.
Ejemplos abundan, desde el ascenso de John Cena, pasando por el empecinamiento de hacer a Enzo Amore campeón crucero hasta meter a Roman Reigns como rostro de la empresa. Urge que suelte las riendas ya.
¿Por qué Triple H es la solución? Por todo lo que ha hecho en NXT, su creación. Lo hemos dicho una y otra vez: el único rincón de WWE donde se puede ver lucha libre de calidad es en la marca amarilla.
En 20 años, desde 1997, WWE sólo había tenido una lucha de cinco estrellas: la de CM Punk vs John Cena en Money in the Bank 2011; no fue sino hasta apenas 2018 que NXT consiguió la sorprendente cantidad de cuatro peleas de cinco estrellas a la compañía.
Podrán decir que las estrellas (otorgadas por el periodista Dave Meltzer) no importan; pero eso sólo lo dicen quienes son fanáticos de especímenes de la calaña luchística de John Cena.
Tan pronto Triple H se haga cargo de toda la compañía, veremos a una WWE renovada. Por eso sí es legítimo creerle al cambio en WWE. No ocurrirá en el corto ni mediano plazo; tendremos que esperar a que Vince McMahon abandone la compañía para que Triple H la vuelva hacer grande otra vez.