La tercera fue la vencida para Santos Laguna. Después de dos finales disputadas contra Toluca, el equipo de La Comarca consiguió su sexta estrella en un juego que no brindó la emoción de ediciones anteriores.
¿Cómo es posible que un equipo dedicado desde hace años a abastecer al América con sus mejores jugadores haya conseguido un título de liga? Analicemos las posibles respuestas.
Santos Laguna: un casual pero exitoso caso de continuidad
Ya habíamos mencionado en una ocasión anterior el trasfondo de Robert Siboldi; de cómo, después de dos interinatos y un paso por las fuerzas básicas, finalmente le dieron la oportunidad de tomar el banquillo.
Este factor es imprescindible al momento de analizar el campeonato de Santos Laguna. Tal vez fue casual, pero aun sin quererlo, esto permitió que Siboldi conociera las fortalezas y debilidades del equipo a plenitud.
A diferencia de otros cuadros que aplican el “bomberazo” y esperan que un técnico transforme al equipo de la noche a la mañana, el caso de Santos fue distinto, se cocinó a fuego lento (aunque de manera un tanto circunstancial, no planeado).
Jugadores con sed de revancha
Desde que en 2013 Santos dejó de tener el apoyo de una cervecera, Alejandro Irarragorri no ha tenido miedo de ser pragmático y convertirse en semillero de futuros ídolos americanistas.
Esto generó una crisis el año pasado cuando, ante la falta de resultados, la afición cuestionó (con justa razón) el actuar de su directiva; situación ilustrada con la lluvia de billetes a Marchesín y cuya respuesta del portero fue que él no se había ido; Irraragorri lo había vendido.
Sin el dinero de otrora, para este Clausura 2018 Santos se hizo de los servicios de jugadores que no tenían un alto perfil, con la enorme excepción de José Juan Vázquez, despreciado por la Selección Mexicana y, peor aún, por el Rebaño Sagrado.
Luego llegó Jesús Isijara, de la cantera del Necaxa, con quien logró el ansiado ascenso convirtiéndose en pieza clave del “Rambo” Sosa; pero los hidrocálidos no pudieron retenerlo y terminó yéndose a la Comarca después de sonar para Pumas.
Hablando de Pumas, después del retiro de Darío Verón, el cuadro universitario trajo a Gerardo Alcoba y fue con él que llegaron a la muy recordada final contra Tigres. Pero, en una sorpresiva decisión, terminó yéndose de Pumas “por la puerta de atrás”, según palabras del mismo Alcoba.
El común denominador era claro: llegaron jugadores de talento que no pudieron seguir demostrando su calidad, misma que hicieron patente en momentos críticos con Santos; por ejemplo, gracias a Alcoba, la lesión de Néstor Araujo apenas si afectó al equipo.
Fútbol efectivo, hecho para ganar
Santos Laguna siempre fue el underdog de la Liguilla. Contra Tigres llegó en calidad de víctima; contra América no llegó como favorito y después lo perfilaron a su tercera derrota consecutiva en finales contra Toluca.
Su Liguilla tuvo un común denominador: se enfrentó a equipos que se volcaron al frente pero carecieron de contundencia.
Santos no tuvo necesidad de ser una barredora todo el tiempo; por ejemplo, con un disparo de media distancia y una definición sensata, Furch abonó para derrotar al América en la primera semifinal.
No se diga la manera en la que este mismo jugador le gana la espalda a Santiago García en la final de ida; una jugada inverosímil se convirtió en el gol clave que los encaminó a la victoria.
La gran cualidad de Santos fue ser efectivos con una interesante combinación: aprovechar pocas o muchas oportunidades presentadas y aprovechar los errores de sus rivales en momentos clave.
Dos ejemplos claros de lo último: Nahuel Guzmán se equivocó en el partido de vuelta y enterró a Tigres; Jérémy Ménez se murió de miedo y falló un penal que empataba la semifinal de ida.
En conclusión, tres son las claves que hicieron a Santos campeón: continuidad en el cuerpo técnico, jugadores con sed de revancha y un fútbol efectivo que aprovechó en momentos clave.