Llegábamos al último partido de la fase de grupos del mundial Francia 1998, nada más y nada menos que contra «la naranja mecánica» que ya estaba clasificada a la instancia de 8vos de final. La emoción era total a tal punto que decidí dejar las responsabilidades de lado y así concentrarme en lo que acontecería en ese momento.
La alineación de México me sabe a esperanza, pues si bien no eran jugadores que figuraban en Europa, sí lo eran en el medio local y sobre todo se mataban por «la verde».
El silbatazo inicial y su servidor en el sofá más que cómodo con botana y un six de bebidas, de esas que ustedes conocen muy bien, claro como la mayoría de los mexicanos aficionados al futbol y sobre todo a la selección en aquella tarde de junio en 1998.
El objetivo era al menos empatar, o esperar que Corea del Sur le sacará puntos a Bélgica, la derrota nos mandaba a casa. Parecía una verdadera proeza al menos empatar con la Holanda de: Van Der Sar, Cocu, De Boer, Overmars, Stam y sobre todo Dennis Berkgamp. Y bueno, en el momento que comenzaba a disfrutar de la primera botella, la sonrisa se me borró, un trago amargo y no por la cebada, sino porque el marcador ya apuntaba 1 a 0 favor los holandeses apenas al minuto 4′, gol de Philip Cocu.
El juegazo contra Corea y el acrobático gol de Cuauhtémoc contra Bélgica no podían quedar sin un premio, pero la realidad nos decía que Holanda era más que nuestra Selección en ese momento sobre el césped francés.
Apenas abrí la segunda botella y parecía broma, Frank de Boer define dentro del área y ya perdíamos 2 a 0, y la catástrofe estaba cerca.
La alegría en muchos de nuestros hogares pamboleros escaseaba y un par de tiros que Van Der Sar atajaba lo confirmaban, el medio tiempo terminó y Bélgica ya ganaba contra Corea.
Iniciaba la segunda mitad de mis deliciosas botellas y también los últimos 45 minutos, en ese momento no sabía lo que pasaría, no tenía idea que se venía uno de los mejores segundos tiempos en la historia del futbol mexicano. Los equipos saltaban a la cancha y mi cuarta bebida espirituosa contenía esperanza.
Un unísono grito de gol se escuchó en toda la cuadra, y en mi casa también; nos poníamos dos a uno con un Peláez glorioso que otra vez justificaba su llamado, mientras Holanda ya no hilaba sus jugadas, el momento era de México y la heroica se veía muy cerca.
La quinta fue para poder pasar el final y los últimos 16 minutos, para ya casi no sentir los nervios, pues los resultados no nos ayudaban. El sillón quedó de lado cuando, no pude evitar quedarme de pie, de pronto, nos informan que Corea le empataba a Bélgica y al momento estábamos en 8vos aún con la derrota. El tiempo sólo pasaba y todos pedíamos que el Sr. (árbitro) sólo terminará el partido.
Minuto 93, México perdía contra una Holanda plagada de estrellas, el empatar sería increíble, destapo la sexta y el último suspiro se escuchó, cuando miro la TV y un despeje largo a la defensa naranja que el «Matador» Luis Hernández peleó y el cual paralizó nuestros corazones…
Aquella tarde será recordada como el día que nuestra Selección empató en el último segundo, y nos regalaba el pase a octavos, con ninguna figura europea pero con un corazón enorme y la playera verde tatuada en el pecho.