Ciento cuarenta y seis mil pesos fue la cumbre de la reventa en barreras de primera, que algún loco quiso comprar, aunque en la plaza, lo más que llegué a escuchar, fueron cuarenta mil por una, ¿Para ver a quién? al loco, el renacido, la leyenda, el mito, el iluminado que viste de luces y en su tiempo libre rompe las barreras del sitio marcadas por los cánones, ¿y quién es él? Él no existe o, al menos, no llegó a la plaza, decidió quedarse en las voces de los aficionados, en el aire del misterio, en los cuentos de fantasía que cuentan algunos que dicen haberlo visto levitar en el ruedo, José Tomás ha engañado al mundo y se ha salido con la suya, el de Galapagar comprobó el domingo que no es más que un ser humano cualquiera con sangre mexicana en las venas que al ponerse un traje de luces sufre miedo y ansiedad, aunque el traje le siente bien, no pudo estar a la altura de su álter ego, el que más que torero es estrella de cine de los años sesenta.
José Tomás se volvió humano en la México
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