Con las dos derrotas cantadas ante su padre el América, las Chivas de José Luis Higuera (muy importante subrayar de quién son) han perdido todo el crédito que habían medianamente conseguido en las primeras jornadas del torneo Clausura 2019.
¿Es momento de correr a José Saturnino Cardozo del banquillo rojiblanco o la causa de esta debacle se encuentra en otra circunstancia? La respuesta es muy obvia, pero vale la pena desmenuzarla.
El cambio de discurso en Cardozo
“No me gustó el partido, no pareció clásico… nos morimos de nada”, dijo el Pastor Diabólico después de rendir pleitesía ante el más grande del fútbol mexicano en los cuartos de final del torneo de copa.
Hizo un buen ejercicio de autocrítica remarcando que “hoy no se salva nadie, ni cuerpo técnico ni jugadores”, lo que hacía suponer que su cuadro estaba por debajo de las expectativas de lo que el técnico aspiraba.
Pero tres días después las Chivas de Higuera volvieron a perder con la cabeza agachada al ver el resplandor amarillo de la playera que en sus más profundos sueños quisieran vestir; fue ahí cuando Cardozo cambió radicalmente.
“Con la cabeza en alto, dejaron todo, no hay reproche para ellos porque morimos como grandes”, se atrevió a decir el guaraní. Adiós autocrítica. A partir de ese momento José Saturnino Cardozo se volvió parte del problema.
¿Todo el problema es por de Cardozo?
“Hoy no tiene pretexto Pepe, se ha reforzado el equipo”, sentenció Mariano Varela en diciembre del año pasado después de hacer la peor actuación de un equipo mexicano en la historia del Mundial de Clubes.
El Torneo Clausura 2019 es el primer certamen donde José Cardozo tuvo una plantilla hecha a su medida; pero claramente ha sido insuficiente pues hombre por hombre el equipo más grande del fútbol mexicano le pasó por encima. Esto ya no es culpa de Cardozo.
Aunado al limitado plantel, se deben agregar los errores tácticos propios del técnico: como colocar a Alejandro Zendejas por izquierda para ver si Andrés Ibargüen le daba su autógrafo; o sacar por “miedo” a Alexis Vega sólo porque estaba amonestado.
La incapacidad táctica en momentos de crisis y el cambio de discurso son dos factores que señalan de cuerpo entero a José Saturnino Cardozo como causante de la debacle rojiblanca; pero la pobre visión de la directiva para armar el plantel agudizan todavía más los errores del técnico.
¿Almeyda… y ese quién es?
Los clamores son unánimes desde hace año y medio: “que regrese Matías Almeyda”; pero no, es mejor dejar intacto al último gran líder del Rebaño Sagrado porque, si regresa, su inflado mito se puede desinflar.
Decir que José Cardozo tiene un cuadro reforzado y hecho a su medida (cosa cierta) es más una cortina de humo para evidenciar la incapacidad directiva de construir un plantel competitivo.
Ya se ha tratado el tema de cómo la directiva ha desmantelado a Chivas en aras de llenar las arcas que la “Reina del Gas” Angélica Fuentes exprimió mientras Jorge Vergara se ponía el mandil.
Si regresan a Matías Almeyda, la situación va seguir exactamente igual porque la directiva (dirigida actualmente por un americanista, jamás olvidar eso) seguirá siendo la misma empeñada en reclutar jugadores de medio pelo para abajo.
Es mejor tener a Matías Almeyda alejado del caos, dejarlo en el altar del recuerdo porque, si regresa a la realidad, pasará lo mismo que en su último torneo dirigiendo al rebaño.
A pesar de que hay factores claros, evidentes y categóricos que lo señalan como parte del problema, José Saturnino Cardozo no debe irse de Chivas; el torneo ya está muy avanzado y el verdadero problema es una directiva cancerígena incapaz de construir un equipo de calibre similar al que fue campeón.