Soluciones
En primer lugar se necesita que los equipos mexicanos tengan un sentido de responsabilidad social. Los dueños tienen que entender que más allá de ofrecer un -mal- “espectáculo”, también poseen equipos que tienen muchos seguidores jóvenes, mismos que tienen pocas oportunidades, que vienen de ambientes difíciles y que muchas veces lo más positivo para ellos es sentirse parte de una porra. Viendo la realidad del país, más allá de ponerse playeras blancas para protestar contra de la violencia, los equipos deberían proteger y acompañar a sus aficionados, propiciar que las porras sean grupos positivos que eventualmente tengan un impacto en la sociedad.
Dicho lo anterior, el segundo paso sería evitar ver a las grupos organizados como enemigos, pues trabajando constantemente con ellos podrían ser aliados muy importantes. No es fácil encontrar de repente a más de 3 mil personas que se juntan religiosamente cada semana para cantar, para viajar, para vivir la experiencia de acompañar a su equipo; despreciar esa fuerza y esas ganas, sería despreciar una oportunidad de alcanzar beneficios sociales, empresariales y hasta económicos.
Una vez asumida la responsabilidad social y viendo a las porras como una oportunidad de crecimiento, los equipos tendrían que poner una serie de lineamientos con el fin de organizarlas, erradicar el concepto de barras o grupos de choque e imprimirle un sello positivo y de oportunidad para los jóvenes.
Lo anterior puede sonar vago y utópico, sin embargo para no caer en generalidades, se propone los siguiente: