Desde hace dos años, WWE ha intentado encontrar al sucesor de John Cena, ese luchador que se convierta en el rostro de la compañía, el ídolo de las masas sumisas. El dedo apuntó a Roman Reigns.

Se trata de un luchador de ascendencia samoana pero nacido en Florida, Estados Unidos; sin embargo, la decisión no ha sido bien recibida por los fanáticos, quienes aún no lo aceptan como ídolo.

Tal y como fue vapuleado “El Guille” Franco en el mundial de 2010 (que hasta lo hicieron llorar), Roman Reigns ha sido objeto de voraces abucheos cada que aparece en los encordados.

Pero (igual que “El Guille”), Roman es el menos culpable. ¿A qué se debe la aversión de los fanáticos; tiene solución el actual estatus del “Big Dog”? Analicemos.

Roman Reigns: un producto hecho en casa

¿Quién es Roman Reigns? Después de una temporada en los territorios de desarrollo de WWE, debutó en 2012 en NXT y apenas un mes después dio el salto al elenco principal apareciendo en Survivor Series.

Es el mismo perfil de John Cena, cuya formación luchística jamás pasó por el terreno de otras empresas; todo ocurrió bajo el manto de “La Gran Doble U”.

Es decir, se trata de un luchador completamente formado en las fuerzas básicas de WWE, a diferencia de Samoa Joe, AJ Styles, Shinsuke Nakamura y Bryan Danielson, ídolos forjados en otras empresas con mucha lona recorrida.

Los dos grandes problemas con Roman Reigns

Este redactor se deslinda de la ola de críticas que recibe Roman Reigns. Si bien el gladiador posee recursos muy limitados, los abucheos no deberían ir dirigidos al “Big Dog”.

No obstante, hay un factor que indudablemente vuelve legítimas las quejas de la afición (a las que me añado): el tufo a imposición por hacerlo ídolo a fuerza.

El problema no es Roman Reigns, el problema es que WWE se empecina en imponer un ídolo a sus consumidores; les ordena a quién tienen que idolatrar.

Resultan interesantes las justificaciones que han hecho algunos apologistas del “Big Dog” como Chris Jericho y Jim Ross. El primero ha dicho que la gente debería “simplemente callarse y verlo” para valorar el trabajo del Imperio Romano.

El segundo lamentó que la gente ejerciera su derecho a retirarse del recinto cuando Roman Reigns iba luchar en Backlash 2018, “no los hace muy inteligentes”, opinó.

Bajo su lógica, es un error estar en contra de Roman Reigns. Según ellos, te tiene que gustar bajo cualquier circunstancia el trabajo del Imperio Romano. Así no se forjan los ídolos.

Un empuje en el momento equivocado

Todo parecía ir de maravilla cuando Roman Reigns formaba parte de The Shield, al lado de Seth Rollins y Dean Ambrose, ¿en qué momento se convirtió en una máquina de abucheos?

Hay que remontarnos al Royal Rumble 2015. Ese pago por evento fue el punto de quiebre. En aquella edición, la afición esperaba que Daniel Bryan se llevara la victoria.

Sin embargo, el “Dragón Americano” apenas si fue protagonista, su eliminación molestó a los fanáticos quienes desde ese momento se dedicaron a abuchear a todo lo que se moviera.

La gente coreó el nombre de Daniel Bryan, pero ante su eliminación, optaron por corear el nombre del último luchador que quedó arriba del ring junto con Roman Reigns: Rusev.

Pero Rusev también fue eliminado, Roman Reigns ganó el Royal Rumble y la gente se volcó en sonoros abucheos que ni siquiera la presencia de The Rock pudo detener.

Aquel fue uno de esos momentos dorados donde la realidad no pudo ser maquillada/tapada/censurada/ignorada/reconstruida por WWE.

Desde entonces, Roman Reigns ha tenido que remar contra corriente enfrentando abucheos al por mayor. Todo lo que haga o deshaga es visto como parte del guión que los directivos le ponen para hacerlo ídolo “no matter what”.

Un ejemplo de esto son los cuatro Wrestlemania consecutivos que ha estelarizado, donde incluso le ganó al Undertaker, algo que le significó todavía más abucheos.

¿Cuál es la solución para Roman Reigns?

Desde 2005, que WWE transformó su producto en clasificación PG (con la supervisión de un adulto) para adecuarlo más a audiencias infantiles, la compañía se ha negado en hacer a los rudos las estrellas de su producto.

El perfil de sus ídolos ha apuntado a ser ejemplos a seguir, como en los añejos tiempos en los que Hulk Hogan decía que hicieran sus oraciones y tomaran sus vitaminas.

Bajo esa consigna, a John Cena lo pasaron de un rapero callejero que rompía las reglas a un estereotipo nacionalista, un héroe estadounidense símbolo de la marina que siempre jugaba limpio.

A pesar de la enorme legión anti-Cena que se creó (este redactor dejó de ver WWE durante diez años por él), la compañía siempre se negó en hacer rudo a John Cena.

Esa es la directriz con la que manejan a Roman Reigns; pero su inició con el pie izquierdo urge un golpe de timón. Las voces han comenzado a sonar: si quieren que enganche, tiene que ser rudo.

Sin embargo, aun con el cambio a rudo es posible que el “Big Dog” siga sin prender. Lo que debería hacer WWE es aplicar lo que sabe hacer muy bien: la manipulación.

Deberían desaparecer a Roman Reigns un tiempo (para detener la ola de odio) y pasados los meses desarrollar un guión donde aparezca como héroe con una imagen renovada salvando a un ídolo actual. Roman Reigns no debe volverse rudo.